"...poesía metafísica, físicamente sentida; pero sobre todo, poesía, poesía viva, que palpita cual sexo en ebullición"



Carnalia, inequívoco título para un libro cuyo primer poema acaba diciendo: Has desplegado el mantel donde sirves los postres de tu vientre, el dulce pan de higo con , que sacio mi boca. Porque Carnalia es la otra cara de la moneda de este mundo, para muchos la cruz, aunque sepamos que tras la cruz llega la gloria...; por eso el poeta nos dice también en otros versos: En esta carne reconstruyo el mundo, en este cuerpo certifico el tiempo.
Este poemario es la glorificación de la cruz de los hipócritas y ciegos, que pululan cojeando por la conciencia real, porque, señoras y señores, no nos engañemos, el ángel de la carne es visible y palpable; por eso Domingo F. Faílde, ángel de la carne, ironiza y juega entre arcángeles y pirómanos de Sodoma y Gomorra. Nos descubre y nos transcribe, literalmente, el deseo, deseo que por lo natural, siempre se viene a esconder detrás de la decencia expresiva, pero que si somos lo suficientemente valientes, encontraremos en cada uno de nosotros.
Yo tengo la inmensa suerte de ser amigo de Domingo y sé que atesora ambas caras de la moneda de la vida. Hoy, este libro que nos regala - aparte de ser una perfecta arquitectura del sexo, sostenida en los pilares de métricos versos, rigurosamente ataviados -, es una muestra más de una de las máximas con las cuales quién les habla vive, o pervive: Acepta la vida y úsala. Sí, amigos, usemos lo que se nos ha dado, gocemos de los placeres ciertos, sin cohibirnos, dejando al lado represiones vacuas que nos prohiben ser dioses en el sentir carnal, leamos y degustemos el vino que nos derrama y escancia el poeta en Carnalia, un libro que huele a cuerpo.
No se escandalicen porque lo escrito clame excitado y chorreante del jugo indefectible del poder sexual. Esto no es poesía surrealista, es poesía existencialista, pues existe, es poesía metafísica, físicamente sentida, pero sobre todo, es poesía, poesía no vaporosa - como su autor -, poesía viva y que palpita cual sexo en ebullición.
Despójense del pudor de la palabra y gocen de la lectura de estos versos desnudos, reviertan la cruz en cara placentera que dibuja un orgasmo e identifiqúense con la carne viva, que nos convierte en ángeles alzados, que no caídos.

© Manuel Saborido Pastor.-