El pasado 25 de noviembre tuvo lugar n el salón de usos múltiples de la Escuela de Hostelería, en Jerez, un acto de presentación del libro Carnalia, de Domingo F. Faílde. Aparte del autor, intervinieron otros poetas, amigos de éste, que glosaron su obra y abordaron algunos aspectos de su poética.
Insertamos seguidamente los distintos discursos pronunciados, así como la reseña elaborada por José Antonio Sáez y otros textos complementarios.

BREVE INTRODUCCIÓN A "CARNALIA". "...Y lo mismo que creo en el amor, creo en el sexo químicamente puro"


Alguien dijo que somos nuestro cuerpo y otro, adelantándosele en el tiempo, dijo que aquel no era sino cárcel del alma y, estirando la idea, pues las hay que dan juego, aunque vayan quedándose off side, llegó incluso a afirmar que estamos prisioneros en él, dando por demostrado que no somos lo uno sino la otra.
Yo, por respeto a la inteligencia del hombre, aun sabiéndola bien tan escaso como el agua de lluvia, no voy a refutarle su certeza con el consabido argumento de la radiografía, en la que el alma, naturalmente, no sale ni siquiera de perfil. Allá cada quien, por supuesto; y, admitiendo el contrario, que es el propio, nadie podrá negarme la diferencia evidente entre cumplir condena en Matthausen, pongamos por caso, o pasar la cadena perpetua en una mansión encantada, atendido por solícitos servidores y agasajado por lisonjeras huríes, recién salidas de la leyenda. Puestos, pues, a mimar el continente, no creo que le amargue al contenido un disfrute que sabe a premio y, desde luego, a gloria.
Y no voy a negármelo, menos aún ahora, cuando ya he rebasado época y circunstancias en las que solazarse cuerpo a cuerpo era crimen de estado y, en la otra orilla, un gesto transgresor. Los que vengan detrás tomen buena lección de todo ello, si no quieren perder el paraíso y convertirse –a pesar de los desbarres de algunos psiquiatrillas del viejo régimen- en criaturas refunfuñantes y malhumoradas, para quienes la vida sea tan sólo el volar de los minutos, sin ninguna esperanza razonable.
Y lo mismo que creo en el amor, creo en el sexo químicamente puro. Y, cuando digo sexo, me aflora la palabra rebeldía, pues soy al fin y al cabo hijo de una generación reprimida, educado en un sistema ridículo, cuyos diccionarios omitían el verbo follar y los psiquiatras oficiales -caso de López Ibor- contradecían a Freud y afirmaban con santa desvergüenza que la represión sexual no produce neurosis. Para muchos de nosotros, echar unos polvillos era tan revolucionario como correr delante de los grises, hacer una pintada pidiendo libertad o arrojar una lluvia de panfletos exigiendo amnistía. La derecha española, por su parte, organizaba actos de desagravio. Spain is different!
Será tal vez por ello que yo nunca he creído en esa estúpida diferencia entre erotismo y pornografía, que los prohombres de la moral trataron, ya entonces lo mismo que ahora, de imponer a los habitantes de la reserva espiritual de Occidente.
Sigo, en fin, prisionero de mi sed, de mi hambre, de mis deseos. Pero he decorado el presidio, después de efectuar confortables reformas. Carnalia es, sin duda, un inventario escasamente convencional y, en cierto modo, una jornada de puertas abiertas, sin tapujos ni manipulaciones.
Por supuesto, no he pensado jamás en escaparme y, en otro orden de cosas –y esto lo digo siempre-, el poeta tiene la obligación de escandalizar. Si no, ¿para qué escribe? No, no somos niños ni tratamos de escapar de la mujer o el hombre que somos cada uno: nuestro cuerpo, nuestra persona, sin que nadie nos venga a aherrrojárnoslo en nombre de quimeras ni doctrinas, que tan sólo conducen a la infelicidad.
Quiero, pues, escandalizarles. Si no, ¿a qué han venido? Quiero, en fin, incitarles a romper las barreras del pensamiento y disparar hacia gozo nuestro libre albedrío. Porque eso también es Carnalia, este modesto libro que pongo en sus manos. La ironía, el cinismo, el vértigo hedonista, las mil trapacerías de la voz lírica, no ocultan sin embargo que en fondo más hondo de lo humano siempre alienta el amor.

© Domingo F. Faílde.-

"Carnalia: libro de horas del cuerpo, ciudadela del placer donde las palabras en continuo naufragio cabalgan el relieve del cuerpo del poema..."


Esta noche inauguramos el ciclo Miércoles de Bohemia con la presentación del libro Carnalia, de Domingo F, Failde, ganador del premio Cálamo de poesía erótica 2008.
Debo y deseo comenzar la presentación con unas palabras con las que concluyó Domingo el exordio que precedió a la lectura de Carnalia en el Centro Cultural La Arena, de Guijón: Quiero, pues, escandalizarles, sentenció Domingo, el día de la entrega del premio, porque, si no, ¿a qué han venido? Quiero, pues, incitarles a romper las barreras del pensamiento y disparar el libre albedrío que conduce a la acción. Porque eso es Carnalia, este modesto libro que pongo en sus manos. La ironía, el cinismo, el vértigo hedonista, las mil trapacerías de la voz lírica, no ocultan sin embargo que en el fondo más hondo de lo humano siempre alienta el amor.
Con esta noble intención de escandalizar conmoviendo, después de conocer nuestra lectura personal, Domingo invitó a cada uno de los amigos aquí presentes, a compartir una semblanza del libro y del autor, a nosotros, lectores dominados por una renuncia que no fuera la de descubrir lugares propicios donde levantar el altar oportuno a los ejercicios rigurosos del arte amatorio. Henos aquí, querido amigo, reunidos y celebrando vuestra obra, que es la prolongación de un libro de horas:

Carnalia

Geografía carnal de la palabra y abismo lúcido del placer: ritual y lugar donde los cuerpos entrelazados ofrendan los más rigurosos ejercicios de comunión. El desnudo y el esqueleto del fonema, el abrazo y la teología del orgasmo: lugar de sombra donde el pubis es sitiado por la luz de la metáfora. Domingo F. Faílde, lector del vértice amado, escribano que traduce la gramática carnal del ángel o demonio en el éxtasis sin fe. Carnalia: libro de horas del cuerpo, ciudadela del placer donde las palabras en continuo naufragio cabalgan el más exigente relieve del cuerpo del poema. Donde el gozo de leer en el cadáver amado origina la celebre caída de la escritura en el pozo de tinta donde los dedos encantados por la humedad del pubis deletrean como aurúspice la proclama del deseo invicto en el arte amatorio. Carnalia, cuerpo devorado, que devora al poeta y al lector consumido por el verso fecundo de lujuria. Domingo y lunes y martes, diosa de la guerra y dioses de la cópula. Miércoles de Bohemia, Júpiter, viernes y Saturno, días y nombres divinos, proclives al festín del cuerpo, que reclama el abecedario desnudo de Carnalia, que cuelga indiscreto en las prendas que orean en las cuerdas del patio las palabras que celebran el cuerpo amado:
En esta carne reconstruyo el mundo,
en este cuerpo certifico el tiempo.


© Álvaro Quintero.-

"Domingo F. Faílde tiene puesto el cielo en su deseo, el infierno en los hábitos de esta sociedad y el purgatorio en sus propias dudas"



Domingo F. Faílde, incrédulo más allá del cuerpo, tiene puesto el cielo en su deseo, el infierno en los hábitos de esta sociedad que nos contiene y el purgatorio en sus propias dudas. Limitando en su humanidad, ahí están su dios y su palabra. Su patria -siempre lo ha dicho- es la poesía y el cuerpo de la mujer que ama; de ahí que en su discurso entren los laberintos místicos del francés y del griego, puesto que, al no ser el humano una criatura monógama por naturaleza, su patria ha podido ir cambiando y con ella los recursos métricos de su modo de hacer de la carne y el amor un larguísimo poema repleto de erotismo.
El autor del libro, objeto de esta amigable presentación, no se detiene un ápice al aclararnos que no existe frontera entre lo erótico y lo pornográfico y razón tiene, puesto que todo aquello que el hombre puede hacer con su cuerpo es cosa de hombres y tan natural como masticar, oler o hacer chiribitas con los ojos. Lo mismo que se dice traductor-traidor, podríamos aplicar en este caso: lo pornográfico pertenece a una traducción manipulada de lo erótico o, dicho de otro modo, la pornografía no existe en la carne sino en el propio pensamiento de cada visionario, porque qué va a salir de la conjunción de dos palabras sino otra palabra; idénticamente, de dos obras de la naturaleza, qué, sino una tercera. Todo, se ha dicho siempre, es según el cristal con que se mira: dos cuerpos desnudos, en la postura que sea, son dos pedazos de naturaleza, en la calle o en una sala de baile. El cambio de parámetros nos lo proporciona la educación o mala educación que hemos recibido, porque, cuándo nuestros ojos han traducido ni por asomo que ver pasar a dos leones sea un espectáculo fuerte o contemplar su apareo. En fin, que todo eso nos lo deja el autor claro en su caligrafía literaria, pero no nos llevemos a engaño, porque -lo mismo que confesara Pessoa, nos sirve para cualquier poeta que se precie- algunas veces somos unos fingidores. No les voy a decir yo en qué lugares es o no es realidad lo que escuchemos: ésa es otra parte que también nos la dará dilucidada nuestra personal traducción. Ahora sí, por la parte de libro que me corresponde lidiar con lo que ustedes imaginen sobre mi propia persona, sujeto lírico y sujeta líricamente a parte de los escarceos que se narran en él, les ruego no se me desmadren, no vayan mucho más allá de la tinta, no desarmen todas sus fronteras naturales y me sitúen bien en Sodoma o en un patio vecino; y, si deciden hacerlo, dado el tiempo que corre y la cantidad de perversión –esa sí que no puede llamarse erótica sino pornográfica- que sucede en el orden de valores y en el cuerpo bestial del macrocapitalismo, gracias al cual se nos inauguran infiernos dentro de nuestra propia carne día a día, imaginen siempre el entorno con la máxima higiene posible y animen la imaginación con una música de fondo exquisita y no cosas de esas de pechito con pechito y demás estupideces con las que nos vamos asemejando cada vez al torpísimo animal en que nos quieren convertir y no a ese rey león que hace rato cruzó por delante de nuestras narices, burlándose de la falta de razón y de estética que habita ya entre los hombres.
Llegado a este punto, decirles, teman, escandalícense, arrópense unos con otros, hagan lo que les dé la gana, pero escuchen lo que en breves momentos nos contará Faílde con su tinta y su carne hechas brasas.

© Dolors Alberola.-

"...el sexo de la amada es el único templo posible, y su centro la única deidad que da fe a este libro"



Leer las páginas del cuerpo de la persona amada y beber, como decía Kavafis, un vino fuerte, como sólo los audaces beben el placer.
Esta es la propuesta que el poeta y autor de este libro, Carnalia, nos hace a sus lectores, y lo hace con el palpitante descaro de aquel que renuncia, que desprecia los laureles que proporcionan la fama, el dinero, a cambio de esa otra arquitectura de los sueños donde el verso, más allá del olor inefable del deseo, te conduce a esa danza ritual, frenética y orgiástica del verbo donde el nombre de Clodia o de Lesbia resplandece, velado y luminoso, en otros nombres.
Un libro de poemas o un desvarío, donde el autor, Domingo F. Faílde, como el Fausto de Goethe se transforma en un errante deambular jardines, tiempo, espacio:
De París a Sodoma, de Grecia a Estambul para quedarse en la España de Fernando de Rojas convidando a Calixto a los abismos que impone la belleza y de paso, porqué no, pellizcar con ardor celestinesco al mito.
Porque para qué ir al cielo -se dice así mismo el poeta- ni al Olimpo, ni siquiera al mismísimo Parnaso, para qué, si borracho el ángel de las barbaridades te invita a esa larga copa en la taberna, donde sientes que el sexo de la amada es el único templo posible, y su centro la única deidad que da fe a este libro.
Así, el Eros de este libro se impone. Y más allá del sarcasmo, la chispa, la ironía, se introduce en las recónditas líneas de la carne, prendiendo llamas en la metáfora, en la sangre del verbo, en cada pausa de ese amor llamado, incomprensiblemente, impuro.
Porque una cosa sí que queda clara. Y es que el Ángel censor, señores, no existe en este libro.

© Isabel de Rueda.-

"...poesía metafísica, físicamente sentida; pero sobre todo, poesía, poesía viva, que palpita cual sexo en ebullición"



Carnalia, inequívoco título para un libro cuyo primer poema acaba diciendo: Has desplegado el mantel donde sirves los postres de tu vientre, el dulce pan de higo con , que sacio mi boca. Porque Carnalia es la otra cara de la moneda de este mundo, para muchos la cruz, aunque sepamos que tras la cruz llega la gloria...; por eso el poeta nos dice también en otros versos: En esta carne reconstruyo el mundo, en este cuerpo certifico el tiempo.
Este poemario es la glorificación de la cruz de los hipócritas y ciegos, que pululan cojeando por la conciencia real, porque, señoras y señores, no nos engañemos, el ángel de la carne es visible y palpable; por eso Domingo F. Faílde, ángel de la carne, ironiza y juega entre arcángeles y pirómanos de Sodoma y Gomorra. Nos descubre y nos transcribe, literalmente, el deseo, deseo que por lo natural, siempre se viene a esconder detrás de la decencia expresiva, pero que si somos lo suficientemente valientes, encontraremos en cada uno de nosotros.
Yo tengo la inmensa suerte de ser amigo de Domingo y sé que atesora ambas caras de la moneda de la vida. Hoy, este libro que nos regala - aparte de ser una perfecta arquitectura del sexo, sostenida en los pilares de métricos versos, rigurosamente ataviados -, es una muestra más de una de las máximas con las cuales quién les habla vive, o pervive: Acepta la vida y úsala. Sí, amigos, usemos lo que se nos ha dado, gocemos de los placeres ciertos, sin cohibirnos, dejando al lado represiones vacuas que nos prohiben ser dioses en el sentir carnal, leamos y degustemos el vino que nos derrama y escancia el poeta en Carnalia, un libro que huele a cuerpo.
No se escandalicen porque lo escrito clame excitado y chorreante del jugo indefectible del poder sexual. Esto no es poesía surrealista, es poesía existencialista, pues existe, es poesía metafísica, físicamente sentida, pero sobre todo, es poesía, poesía no vaporosa - como su autor -, poesía viva y que palpita cual sexo en ebullición.
Despójense del pudor de la palabra y gocen de la lectura de estos versos desnudos, reviertan la cruz en cara placentera que dibuja un orgasmo e identifiqúense con la carne viva, que nos convierte en ángeles alzados, que no caídos.

© Manuel Saborido Pastor.-

Poesía y erotismo en Faílde: “En muchas ocasiones la literatura erótica se consideró como un modo de provocar…”


A menudo, el lector o el crítico tienen la impresión de adentrarse en un bosque de incertidumbre cuando se enfrentan a la lectura de un poemario erótico. Y ello porque las fronteras entre erotismo y pornografía resultan a veces muy sutiles, incluso para los especialistas en el tema, los cuales no consiguen aclarárnoslas a quienes no disponemos de tal marchamo o condición. Por otro lado, se hace difícil decir algo nuevo en tal tema, o al menos resistir la atracción fulgurante de los tópicos manidos o al uso.
El poeta Domingo F. Failde (Linares, Jaén, 1948) tiene ampliamente demostrados sus resortes, registros y valía como tal, por lo que su obra no necesita en modo alguno mi defensa. Su amplia trayectoria de libros y premios así lo demuestra.
El erotismo es tema que prácticamente todos los poetas abordan de una u otra manera (recuérdese el caso de san Juan de la Cruz, por citar uno de los extremos), pero a lo largo y ancho de la historia literaria de todos los pueblos y naciones ha sido afrontado con más que suficiente calado. Sus fronteras con la moral imperante lo han convertido en tema escandaloso y maldito para unos, en festivo y jovial para otros, cuando no jocoso para otra buena parte de lectores. Evidentemente, el erotismo tiene no pocos puntos de relación y vinculación con el amor y éste es uno de los temas capitales de la vida. En muchas ocasiones la literatura erótica se consideró como un modo de provocar al burgués y a la moral burguesa, por lo cual fue considerada como piedra de escándalo. En los días que corren, pocos son los lectores que pueden escandalizarse ya de lo que un libro de poesía erótica pueda descubrirles, en vista de la cantidad de fuentes de información que éstos encuentran a su disposición para documentarse en cuantas artes amatorias coexisten. Pero el poeta Domingo F. Failde ha demostrado en Carnalia (2009), neologismo latinizante que viene a designar a los asuntos carnales, que es autor con recursos y que conoce bien la tradición de la literatura erótica; en especial, se nos menciona aquí a Catulo, a Pietro Aretino, al marqués de Sade, a Kavafis, etc. El libro, que mereció el XXIII Premio Cálamo de Poesía Erótica, consta de tres partes: la primera lleva por título Cinco desnudos para encender la noche y se basa esencialmente en el conocimiento del cuerpo amado, en sus secretos y en la trasgresión de prejuicios morales que impidan gozar de ese cuerpo en su integridad. En el poema IV hay algunos guiños irónicos a la contemporaneidad poética: “Yo, Fulano de Tal –pongo mi nombre-/, renuncio a los laureles del sistema, es decir, / a ganar el Loewe, por ejemplo” (p. 22); o cuando escribe: No valen las completas de Luis García Montero/ lo que verte desnuda, en el instante/ de advertir la mentira de todo lo cantado,/ de todo, sin reservas,/ excepto la lujuria que me empuja hacia ti (Ibid, p. 22).
Entiendo que la pasión erótica se constituye en una de las formas mayores para negar la muerte (eros y tanatos), de oponerse a ella con la fuerza más vital e intensa que poseemos, con la más radical y humana. Por tanto: a la medida de las limitaciones que son inherentes a nuestra condición. En otro ámbito de cosas estarían los baluartes que proporcionan la fe, la religión o las creencias. Algunos grandes poetas cayeron en la desmesura de considerar al amor vencedor de la muerte (léase don Francisco de Quevedo y su soneto Amor constante más allá de la muerte), pero dejo a la lucidez del lector la decisión sobre cuestión tan determinante, sin pronunciarme al respecto.
La segunda parte, que lleva por título Angelario, está compuesta de diez textos, todos ellos con referencia al concepto de ángel incluido (inevitable resulta recordar, aunque no sea más que de forma anecdótica, al Rafael Alberti de Sobre los ángeles). Estos van desde Gabriel al mundano, el de Sodoma, el sexo de los ángeles, el de las tumbas, el censor, el de la virtud, el publicitario, el réprobo o el exclusivo. Toda una gama de angelería, confeccionada según las necesidades de un discurso poético que ha sabido ver en estas criaturas celestiales símbolos casi vivos de la belleza efébica, andrógina y hasta asexuada. Ángeles, pues, que nada o muy poco tienen que ver con tales criaturas celestiales, sino más bien con seres humanos que coadyuvan a la realización de la experiencia amorosa e incluso, en ocasiones, intervienen en ella. El poeta afronta el tema con ironía y sobre todo con irreverencia, como cuando escribe: Abrumado por su hermosura/ y la forma terrible de mirarme,/ me arrodillé a sus pies./ Él sin embargo, rechazó mi gesto,/ me tomó de la mano y, levantándome, un ojo me guiñó, con aire cómplice: / ¿No quieres que pasemos/ un buen rato? –me dijo-./ Hablaba deliciosamente en griego,/ con acento francés (El ángel mundano, p. 28). En el poema Discurso del ángel réprobo (p. 35) afirma que ángeles son Penélope Cruz y Scarlett Johansson; o cruzando la acera Mel Gibson, Richard Gere y Kevin Costner.
La tercera parte del poemario, titulada Memorias, consta de nueve textos en los que se hace uso de un fino culturalismo para invocar a Virgilio, Kavafis, Ana Rosetti, Salomé y la cabeza de Juan el Bautista, el marqués de Sade, a quien se cita, o a Neruda, a quien se hace referencia siempre con un lenguaje altamente provocativo y un discurso erótico-pornográfico que no debiera confundir a nadie.
Dolors Alberola, en su prólogo titulado Página por delante y por detrás, traza unas audaces líneas en torno al sentido del libro y a la personalidad de su autor. Lo hace con soltura, atrevimiento, gracia, incontinencia e ironía y resulta sorprendente para el lector, que de ninguna manera debería obviarlo.

© José Antonio Sáez.-

"...los deseos ocultos de una sociedad montada sobra las bases de la libertad y al mismo tiempo amordazada en sus instintos naturales"



La determinación de Domingo F. Failde por adentrarse de manera definitiva y rotunda en el proceso creador de la poesía erótica con ciertos tintes pornográficos, es sin duda una de las posturas más valientes del panorama poético español de esta primera década del siglo XXI.
Y es valiente no sólo por la transgresión moral de sus versos, que por supuesto existe sin tapujos, y por el retrato psicológico personal y colectivo del Hombre de este principio de siglo XXI, tan temeroso –como ha ocurrido a lo largo de la historia- en desvelar aspectos de su intimidad, que no son tales al coincidir con la gran mayoría de los deseos ocultos de una sociedad ambivalentemente montada sobra las bases de la libertad y al mismo tiempo amordazada en sus instintos naturales. Es valiente, y de hecho el tiempo lo consagrará para la historia de la literatura como el Primer Poeta Erótico de la Postmodernidad , por el hecho de su condición heterosexual, pese a esa corriente subterránea un tanto femenina que existe por las venas de todo artista con alma sensible, tal como él mismo suele afirmar en las mágicas horas de charlas y tertulias.
Curiosamente, desde la antigüedad hasta bien entrado el siglo XX, eran poetas homosexuales, de los dos sexos, los que, unos con más atrevimientos que otros, plasmaron en sus poemas sus vivencias sexuales y sus necesidades de identificarse con sus verdaderas condiciones de ser, en lucha continua con la moral que tanto los gobiernos como las instituciones eclesiásticas imponían desde el poder.
Y ya desde la década de los 70 del pasado siglo, por esta lógica rebelión de la mujer a tantos siglos de dominación machista, aparecen en el concierto de la poesía occidental, concretamente en España y en los países sudamericanos, con mención especial a Argentina, México, Guatemala y Uruguay, una pléyade de mujeres tanto lesbianas como heterosexuales, entre la que cito a Ana Rosseti, Blanca Andreu, Dolors Alberola, Ana Istarú, Clara Janet, Noemí Ulla, Rosa Cedrá, Dina Posada, Aleyda Quevedo, Alejandra Correa y la explosiva transgresora argentina Irene Gruss.
Incluso, aunque ya con menos salidas de armarios poéticos, continúan escribiéndose y editándose poesía erótica, escrita por homosexuales de los dos sexos, muchos de sus poemas de gran belleza formal y profundo contenido. Sin embargo, cuando los escritores heterosexuales tratan de exponer sus experiencias eróticas, prácticamente la gran mayoría, siguiendo la corriente literaria del Marqués de Sade, Giacomo Casanova y Henry Muller, por citar a un trío de ases, lo hacen a través del género narrativo, como se pudo constatar, por ejemplo, en la mayoría de los títulos editados por la editorial Tusquets en su famosa colección La sonrisa Vertical.
Y aunque no es mi intención en este artículo o reseña del libro Carnalia de Domingo F. Failde, ejercer una somera crítica literaria del mismo, hago referencia explícita a unos fragmentos de la correspondencia que mantuvo la poeta de ascendencia española Anaïs Nin con Henry Miller, por lo que tienen de reveladores con respecto a las excelencias literarias encerradas en el libro que nos ocupa, Carnalia: …No sabe lo que se pierde por su observación microscópica de la actividad sexual, excluyendo los aspectos que son el combustible que la enciende: intelectuales, imaginativos, romántico,. emocionales. Esto es lo que le da al sexo su sorprendente textura, sus transformaciones sutiles, sus elementos afrodisíacos. Usted reduce su mundo de sensaciones, lo marchita, lo mata de hambre, lo desangra. Si nutriera su vida sexual con la toda la excitación y aventura que el amor inyecta a la sexualidad, sería el hombre más potente del mundo. La fuente del poder sexual es la curiosidad, la pasión. Usted está viendo extinguirse su llamita asfixiada. La monotonía es fatal para el sexo. Sin sentimientos, inventiva, disposición, no hay sorpresas en la cama: El sexo debe mezclarse con lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, velos, envidias, todos los componentes del miedo, viajes al extranjero, nuevos rostros, novelas, historia, sueños, fantasías, música, danza, opio, vino…
Como si nuestro poeta Domingo F- Failde hubiera estado instalado antes de nacer en el mismísimo Trópico de Cáncer y hubiera seguido los consejos de Anaïs antes que Henry Miller para plasmarlo en el género de la poesía.
Pero como ya dije que no era mi intención en esta reseña hacer una crítica al uso, termino afirmando que Carnalia consagra a su autor, Domingo F. Failde, como el Primer Poeta Erótico de la Postmodernidad Española , de condición heterosexual. Condición que hoy en día, por estar más de acorde los deseos ocultos con los postulados, aparentemente libres, de las doctrinas del Poder, requiere la sinceridad y la valentía de quien la poesía es para él su destino, su voz y su amada.


EN ESTE NUEVO SIGLO DE CAMELIAS TRONCHADAS

Debo corregir la semántica de tu mirada, bisturí
y rosa, con la que me robaste las dulces noches.

Necesito reposar, antes de la alborada, el deseo
y la fantasía que me ofrecían tus punzantes pupilas:
ojos que a un metro de mi cuerpo despedían
aromas a claveles rojos y sexos de palomas.

Como si vieras en mí el paisaje de otros siglos,
la cortina de nieve que alumbra los senderos,
la mano cortés que te enciende un cigarrillo
o el maduro limonero donde aplacar la sed.

Necesito cambiar los signos de tus párpados
cuando un viento secreto los cierre para soñar,
antes que, desesperado, conecte por norma
con el canal nocturno del vidrio y la lujuria,
y un falo y unos labios, en primerísimo plano,
me transporten a la cruda realidad del deseo.

Figúrense, lectores, qué solo y desnudo me hallo
en este nuevo siglo de camelias tronchadas.

© Mariano Rivera Cross.-
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